Crónicas de 2 siglos 1820-2022 – Nro. 35

Noviembre de 1822

22 de noviembre

Lavalleja alertado que lo querían aprenderlo huyó a Entre Ríos.   

Juan A. Lavalleja (liberado desde fines de 1821 de su prisión en la isla das Cobras en Río de Janeiro) de regreso a la Provincia comenzó las conversaciones con vecinos de la campaña oriental para enfrentar la represión de las tropas brasileñas que cumplían órdenes de Lecor. Éste, conocedor de las acciones de Lavalleja, ordenó a Rivera que lo aprehendiera en el Rincón de Santa Clara (hoy Tacuarembó). Alertado de este hecho por otros orientales, huyó.

Fuentes:

Walter Rela, Cronología Histórica documentada, Tomo 3

Participantes: Lavalleja, Rivera, Lecor, Manuel Barreto Pereira Pinto

24 de noviembre                           

Tratado de Benegas    entre la Provincia de Buenos Aires y Santa Fe

Luego de la batalla de Cepeda, del 1 de febrero de 1820, el caudillo santafesino Estanislao López y el entrerriano Francisco Ramírez llegaron a Buenos Aires para exigir la disolución del gobierno nacional y el fin del centralismo porteño. La victoria permitió a los estados provinciales que formaban las Provincias Unidas del Río de la Plata separarse del gobierno central, asumiendo cada una la «Autonomía Provincial».

Los representantes de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba se reunieron en la estancia de Tiburcio Benegas, mediante el cual se establecía el fin de la guerra y la reunión de un congreso en Córdoba. 

Para la firma de este tratado no se había invitado a Ramírez, lo que trajo como consecuencia el posterior enfrentamiento de Santa Fe y Entre Ríos.

El tratado fue firmado en la estancia de Benegas

El mismo disponía:

  • La paz, armonía y buena correspondencia entre Buenos Aires y Santa Fe.
  • La reunión de un Congreso Nacional de diputados en la ciudad de Córdoba, con el objetivo de organizar al País.
  • La remoción de todos los obstáculos que pudiesen hacer infructuosa la paz.

Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_Benegas

Participantes: Estanislao Lopez, Martin Rodriguez, Juan Bautista Bustos

26 de noviembre                           

Lavalleja es dado de baja por desertor del ejército Imperial.

Pocos días después de los sucesos mencionados, Nicolás Herrera escribía a Fructuoso Rivera, contestando a una carta de este último de 29 de noviembre, y se refería al desenlace de la maniobra para apresar a Lavalleja. Entre otras cosas, decía sentir  “que Lavalleja se hubiese fugado, p.r q.e tal vez seria menos infeliz q.e con el partido q.e ha tomado de andar errante: p.° el asi lo quiso. Sin embargo el Grãl y yo le escrivimos lo que U. verà p.r las adjuntas.

A su vez, Fructuoso Rivera, en carta que dirigía a Valentín Saenz, el 6 de diciembre de 1822, comentaba los acontecimientos en los que le había tocado actuar y resumía los objetivos que perseguían los concurrentes a la frustada reunión: “aunque trataban los ya fastidiados del sosiego Acarrear desastres y miserias en ntrà Provincia, —escribía— sembrando la discordia, la Providencia que tanto nos protege,

ha hecho desaparecer a estos como sucede con Laballeja, de modo que queda disipado todo-” 

Esta conspiración, aunque sofocada, es la expresión de una empresa que comienza a tomar cuerpo y que demuestra el propósito de los patriotas de restablecer a cualquier precio la libertad de la Provincia.

Para los imperiales, la conjuración de Lavalleja fue algo más que un suceso aislado precursor de la insurrección.

Cuando el brigadier Manuel Marques, en su correspondencia con el vicepresidente del gobierno provisorio de Río Grande, mariscal Juan de Dios Menna Barreto, informa acerca de este hecho jerarquiza los acontecimientos. Descubre el objetivo inmediato que perseguía la acción de los insurgentes y entiende que era el punto inicial sobre el que se apoyaba un vasto plan. Proporciona datos respecto a la forma

que, a juicio de los imperiales, debía desenvolverse la combinación y sobre las fuerzas que habrían de sostener y dar impulso al movimiento, en esa primera etapa para encauzarlo hacia su fin.

Decía Marques, el 24 de diciembre, dando cuenta de los sucesos de la estancia de Zamora, de las astucias de Lavalleja y de los designios a que obedecía su pedido para que se reforzase el destacamento a sus órdenes, que no tenía “outro fim mais, que reunir forças, com que pudesse auxiliar a passagem das de Entrerios, que a este tempo se principiavam a mostrar por toda a linha do Uruguay”.

En otro pasaje de la misma carta el Brigadier brasileño deja entender que no graduó de pequeños los riesgos a que habían estado expuestos las huestes del Imperio.

Tal convicción se afirma cuando atendemos a la opinión que luego expone, al admitir que, si en el Cuartel General de Lecor “se não houvessem tomado promptamente providencias para evitar” o que tinha tido começo de execuçao, “estariamos hoje entre dous fogos”. 

La posible conducta de Mansilla en estas circunstancias, que se pensaba procedía en buen entendimiento con los conjurados, y la inminencia de una tentativa de intervención de las tropas entrerrianas a favor de la causa revolucionaria entrañó, pues, un evidente peligro para los que permanecían fieles a la autoridad del Barón de la Laguna. Hasta tal punto fue así, que la idea de que Mansilla secundase la acción de los insurgentes, creando una situación de angustiosa incertidumbre, habría de ocupar las imaginaciones y haría cavilar a los personajes vinculados a la facción de los partidarios de la anexión de la Provincia al Imperio del Brasil”.

Fuentes:

Walter Rela, Cronología Histórica documentada, Tomo 3

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